Antes de Semana Santa nuestro visitador Porvincial el Padre Daniel Vásquez, CM. nos escribió una Carta Circular y en ella como ejercicio de Semana Santa nos pidió leer este capítulo del Documento de Aparecida... sobre el itinerario formativo de los discíupulos misioneros... Ahoa comparto los númerales que más me impactaron y que hicieron parte de la predicación del Domingo de Resurrección a la comunidad de Sora (Boyacá) donde estuvimos de Misión entre otros sitios de la geografía colombiana.
246. El encuentro con Cristo, gracias a la acción invisible del Espíritu Santo, se realiza en la fe recibida y vivida en la Iglesia. Con las palabras del papa Benedicto XVI repetimos con certeza: “¡La Iglesia es nuestra casa! ¡Esta es nuestra casa! ¡En la Iglesia Católica tenemos todo lo que es bueno, todo lo que es motivo de seguridad y de consuelo! ¡Quien acepta a Cristo: Camino,Verdad y Vida, en su totalidad, tiene garantizada la paz y la felicidad, en esta y en la otra vida!”
1-LO ENCONTRAMOS EN LA PALABRA DE DIOS...
247. Encontramos a Jesús en la Sagrada Escritura, leída en la Iglesia. La sagrada Escritura, “Palabra de Dios escrita por inspiración del Espíritu Santo”139, es -con la Tradición- fuente de vida para la Iglesia y alma de su acción evangelizadora. Desconocer la Escritura es desconocer a Jesucristo y
renunciar a anunciarlo. De aquí la invitación de Benedicto XVI: “Al iniciar la nueva etapa que la Iglesia misionera de América Latina y El Caribe se dispone a emprender, a partir de esta V Conferencia General en Aparecida, es condición indispensable el conocimiento profundo y vivencial de la Palabra de Dios. Por esto, hay que educar al pueblo en la lectura y la meditación de la Palabra: que ella se convierta en su alimento para que, por propia experiencia, vea que las palabras de Jesús son espíritu y vida (cf. Jn 6,63). De lo contrario, ¿cómo van a anunciar un mensaje cuyo contenido y espíritu no conocen a fondo? Hemos de fundamentar nuestro compromiso misionero y toda nuestra vida en la roca de la Palabra de Dios”140.
248. Se hace, pues, necesario proponer a los fieles la Palabra de Dios como don del Padre para el encuentro con Jesucristo vivo, camino de “auténtica conversión y de renovada comunión y solidaridad”141. Esta propuesta será mediación de encuentro con el Señor si se presenta la Palabra revelada, contenida en la Escritura, como fuente de evangelización. Los discípulos de Jesús anhelan nutrirse con el Pan de la Palabra: quieren acceder a la interpretación adecuada de los textos bíblicos, a emplearlos como mediación de diálogo con Jesucristo, y a que sean alma de la propia evangelización y del anuncio de Jesús a todos. Por esto la importancia de una “pastoral bíblica”, entendida como animación bíblica de la pastoral, que sea escuela de interpretación o conocimiento de la Palabra, de comunión con Jesús u oración con la Palabra, y de evangelización inculturada o de proclamación de la Palabra. Esto exige por parte de obispos, presbíteros, diáconos y ministros laicos de la Palabra un acercamiento a la Sagrada Escritura que no sea sólo intelectual e instrumental, sino con un corazón “hambriento de oír la Palabra del Señor” (Am 8,
11).
249. Entre las muchas formas de acercarse a la Sagrada Escritura hay una privilegiada al que todos estamos invitados: la Lectio divina o ejercicio de lectura orante de la Sagrada Escritura. Esta lectura orante, bien practicada, conduce al encuentro con Jesús-Maestro, al conocimiento del misterio de Jesús-Mesías, a la comunión con Jesús-Hijo de Dios, y al testimonio de Jesús-Señor del universo. Con sus cuatro momentos (lectura, meditación, oración, contemplación), la lectura orante favorece el encuentro personal con Jesucristo al modo de tantos personajes del evangelio: Nicodemo y su ansia de vida eterna (cf. Jn 3, 1-21), la Samaritana y su anhelo de culto verdadero (cf. Jn 4, 1-42), el ciego de nacimiento y su deseo de luz interior (cf. Jn 9), Zaqueo y sus ganas de ser diferente (cf. Lc 19, 1-10)... Todos ellos, gracias a este encuentro, fueron iluminados y recreados porque se abrieron a la experiencia de la misericordia del Padre que se ofrece por su Palabra de verdad y vida. No abrieron su corazón a algo del Mesías, sino al mismo Mesías, camino de crecimiento en “la madurez conforme a su plenitud” (Ef 4, 13), proceso de discipulado, de comunión con los hermanos y de compromiso con la sociedad.
2- LO ENCONTRAMOS EN LA LITURGIA...
250. Encontramos a Jesucristo, de modo admirable, en la Sagrada Liturgia. Al vivirla, celebrando el misterio pascual, los discípulos de Cristo penetran más en los misterios del Reino y expresan de modo sacramental su vocación de discípulos y misioneros. La Constitución sobre la Sagrada Liturgia del Vaticano II nos muestra el lugar y la función de la liturgia en el seguimiento de Cristo, en la acción misionera de los cristianos, en la vida nueva en Cristo, y en la vida de nuestros pueblos en Él142.
3- LO ENCONTRAMOS EN LA EUCARISTÍA...
251. La Eucaristía es el lugar privilegiado del encuentro del discípulo con Jesucristo. Con este Sacramento Jesús nos atrae hacia sí y nos hace entrar en su dinamismo hacia Dios y hacia el prójimo. Hay un estrecho vínculo entre las tres dimensiones de la vocación cristiana: creer, celebrar y vivir el misterio de Jesucristo, de tal modo, que la existencia cristiana adquiera verdaderamente una forma eucarística. En cada Eucaristía los cristianos celebran y asumen el misterio pascual, participando en él. Por tanto, los fieles deben vivir su fe en la centralidad del misterio pascual de Cristo a través de la Eucaristía, de modo que toda su vida sea cada vez más vida eucarística. La Eucaristía, fuente inagotable de la vocación cristiana es, al mismo tiempo, fuente inextinguible del impulso misionero. Allí el Espíritu Santo fortalece la identidad del discípulo y despierta en él la decidida voluntad de anunciar con audacia a los demás lo que ha escuchado y vivido.
252. Se entiende así la gran importancia del precepto dominical, del “vivir según el domingo”, como una necesidad interior del creyente, de la familia cristiana, de la comunidad parroquial. Sin una participación activa en la celebración eucarística dominical y en las fiestas de precepto no habrá un discípulo misionero maduro. Cada gran reforma en la Iglesia está vinculada al redescubrimiento de la fe en la Eucaristía143. Es importante por esto promover la “pastoral del domingo” y darle “prioridad en los programas pastorales”144 para un nuevo impulso en la evangelización del pueblo de Dios en el Continente latinoamericano.
253. A las miles de comunidades con sus millones de miembros que no tienen la oportunidad de participar de la Eucaristía dominical, queremos decirles con profundo afecto pastoral que también ellas pueden y deben vivir “según el domingo”. Ellas pueden alimentar su ya admirable espíritu misionero participando de la “celebración dominical de la Palabra”, que hace presente el Misterio Pascual en el amor que congrega (cf. 1Jn 3, 14), en la Palabra acogida (cf. Jn 5, 24-25) y en la oración comunitaria (cf. Mt 18, 20). Sin duda los fieles deben anhelar la participación plena en la Eucaristía dominical, por lo cual también los alentamos a orar por las vocaciones sacerdotales.
4. LO ENCONTRAMOS EN LA PENITENCIA O RECONCILIACIÓN...
254. El sacramento de la reconciliación es el lugar donde el pecador experimenta de manera singular el encuentro con Jesucristo, quien se compadece de nosotros y nos da el don de su perdón misericordioso, nos hace sentir que el amor es más fuerte que el pecado cometido, nos libera de cuanto nos impide permanecer en su amor, y nos devuelve la alegría y el entusiasmo de anunciarlo a los demás con corazón abierto y generoso.
255. La oración personal y comunitaria es el lugar donde el discípulo, alimentado por la Palabra y la Eucaristía, cultiva una relación de profunda amistad con Jesucristo y procura asumir la voluntad del Padre. La oración diaria es un signo del primado de la gracia en el itinerario del discípulo misionero. Por eso “es necesario aprender a orar, volviendo siempre de nuevo a aprender este arte de los labios del Maestro”145.
5. LO ENCONTRAMOS EN LA COMUNIDAD DE FE...
256. Jesús está presente en medio de una comunidad viva en la fe y en el amor fraterno. Allí Él cumple su promesa: “Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 20). Está en todos los discípulos que procuran hacer suya la existencia de Jesús, y vivir su propia vida escondida en la vida de Cristo (cf. Col 3, 3). Ellos experimentan la fuerza de su resurrección hasta identificarse profundamente con Él: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 20). Está en los Pastores, que representan a Cristo mismo (cf. Mt 10, 40; Lc 10, 16). “Los Obispos han sucedido, por institución divina, a los Apóstoles como Pastores de la Iglesia, de modo que quien los escucha, escucha a Cristo, y quien los desprecia, desprecia a Cristo y a quien le envío” (Lumen Gentium, 20). Está en los que dan testimonio de lucha por la justicia, por la paz y por el bien común, algunas veces llegando a entregar la propia vida, en todos los acontecimientos de la vida de nuestros pueblos, que nos invitan a buscar un mundo más justo y más fraterno, en toda realidad humana, cuyos límites a veces nos duelen y agobian.
6- ENCUENTRO A MODO VICENTINO...
257. También lo encontramos de un modo especial en los pobres, afligidos y enfermos (cf. Mt 25, 37- 40), que reclaman nuestro compromiso y nos dan testimonio de fe, paciencia en el sufrimiento y constante lucha para seguir viviendo. ¡Cuántas veces los pobres y los que sufren realmente nos evangelizan! En el reconocimiento de esta presencia y cercanía, y en la defensa de los derechos de los excluidos se juega la fidelidad de la Iglesia a Jesucristo146. El encuentro con Jesucristo en los pobres es una dimensión constitutiva de nuestra fe en Jesucristo. De la contemplación de su rostro sufriente en ellos147 y del encuentro con Él en los afligidos y marginados, cuya inmensa dignidad Él mismo nos revela, surge nuestra opción por ellos. La misma adhesión a Jesucristo es la que nos hace amigos de los pobres y solidarios con su destino.
de: http://www.richard-lynch.co.uk/cristo%20redentor.jpg
246. El encuentro con Cristo, gracias a la acción invisible del Espíritu Santo, se realiza en la fe recibida y vivida en la Iglesia. Con las palabras del papa Benedicto XVI repetimos con certeza: “¡La Iglesia es nuestra casa! ¡Esta es nuestra casa! ¡En la Iglesia Católica tenemos todo lo que es bueno, todo lo que es motivo de seguridad y de consuelo! ¡Quien acepta a Cristo: Camino,Verdad y Vida, en su totalidad, tiene garantizada la paz y la felicidad, en esta y en la otra vida!”
1-LO ENCONTRAMOS EN LA PALABRA DE DIOS...
247. Encontramos a Jesús en la Sagrada Escritura, leída en la Iglesia. La sagrada Escritura, “Palabra de Dios escrita por inspiración del Espíritu Santo”139, es -con la Tradición- fuente de vida para la Iglesia y alma de su acción evangelizadora. Desconocer la Escritura es desconocer a Jesucristo y
renunciar a anunciarlo. De aquí la invitación de Benedicto XVI: “Al iniciar la nueva etapa que la Iglesia misionera de América Latina y El Caribe se dispone a emprender, a partir de esta V Conferencia General en Aparecida, es condición indispensable el conocimiento profundo y vivencial de la Palabra de Dios. Por esto, hay que educar al pueblo en la lectura y la meditación de la Palabra: que ella se convierta en su alimento para que, por propia experiencia, vea que las palabras de Jesús son espíritu y vida (cf. Jn 6,63). De lo contrario, ¿cómo van a anunciar un mensaje cuyo contenido y espíritu no conocen a fondo? Hemos de fundamentar nuestro compromiso misionero y toda nuestra vida en la roca de la Palabra de Dios”140.
248. Se hace, pues, necesario proponer a los fieles la Palabra de Dios como don del Padre para el encuentro con Jesucristo vivo, camino de “auténtica conversión y de renovada comunión y solidaridad”141. Esta propuesta será mediación de encuentro con el Señor si se presenta la Palabra revelada, contenida en la Escritura, como fuente de evangelización. Los discípulos de Jesús anhelan nutrirse con el Pan de la Palabra: quieren acceder a la interpretación adecuada de los textos bíblicos, a emplearlos como mediación de diálogo con Jesucristo, y a que sean alma de la propia evangelización y del anuncio de Jesús a todos. Por esto la importancia de una “pastoral bíblica”, entendida como animación bíblica de la pastoral, que sea escuela de interpretación o conocimiento de la Palabra, de comunión con Jesús u oración con la Palabra, y de evangelización inculturada o de proclamación de la Palabra. Esto exige por parte de obispos, presbíteros, diáconos y ministros laicos de la Palabra un acercamiento a la Sagrada Escritura que no sea sólo intelectual e instrumental, sino con un corazón “hambriento de oír la Palabra del Señor” (Am 8,
11).
249. Entre las muchas formas de acercarse a la Sagrada Escritura hay una privilegiada al que todos estamos invitados: la Lectio divina o ejercicio de lectura orante de la Sagrada Escritura. Esta lectura orante, bien practicada, conduce al encuentro con Jesús-Maestro, al conocimiento del misterio de Jesús-Mesías, a la comunión con Jesús-Hijo de Dios, y al testimonio de Jesús-Señor del universo. Con sus cuatro momentos (lectura, meditación, oración, contemplación), la lectura orante favorece el encuentro personal con Jesucristo al modo de tantos personajes del evangelio: Nicodemo y su ansia de vida eterna (cf. Jn 3, 1-21), la Samaritana y su anhelo de culto verdadero (cf. Jn 4, 1-42), el ciego de nacimiento y su deseo de luz interior (cf. Jn 9), Zaqueo y sus ganas de ser diferente (cf. Lc 19, 1-10)... Todos ellos, gracias a este encuentro, fueron iluminados y recreados porque se abrieron a la experiencia de la misericordia del Padre que se ofrece por su Palabra de verdad y vida. No abrieron su corazón a algo del Mesías, sino al mismo Mesías, camino de crecimiento en “la madurez conforme a su plenitud” (Ef 4, 13), proceso de discipulado, de comunión con los hermanos y de compromiso con la sociedad.
2- LO ENCONTRAMOS EN LA LITURGIA...
250. Encontramos a Jesucristo, de modo admirable, en la Sagrada Liturgia. Al vivirla, celebrando el misterio pascual, los discípulos de Cristo penetran más en los misterios del Reino y expresan de modo sacramental su vocación de discípulos y misioneros. La Constitución sobre la Sagrada Liturgia del Vaticano II nos muestra el lugar y la función de la liturgia en el seguimiento de Cristo, en la acción misionera de los cristianos, en la vida nueva en Cristo, y en la vida de nuestros pueblos en Él142.
3- LO ENCONTRAMOS EN LA EUCARISTÍA...
251. La Eucaristía es el lugar privilegiado del encuentro del discípulo con Jesucristo. Con este Sacramento Jesús nos atrae hacia sí y nos hace entrar en su dinamismo hacia Dios y hacia el prójimo. Hay un estrecho vínculo entre las tres dimensiones de la vocación cristiana: creer, celebrar y vivir el misterio de Jesucristo, de tal modo, que la existencia cristiana adquiera verdaderamente una forma eucarística. En cada Eucaristía los cristianos celebran y asumen el misterio pascual, participando en él. Por tanto, los fieles deben vivir su fe en la centralidad del misterio pascual de Cristo a través de la Eucaristía, de modo que toda su vida sea cada vez más vida eucarística. La Eucaristía, fuente inagotable de la vocación cristiana es, al mismo tiempo, fuente inextinguible del impulso misionero. Allí el Espíritu Santo fortalece la identidad del discípulo y despierta en él la decidida voluntad de anunciar con audacia a los demás lo que ha escuchado y vivido.
252. Se entiende así la gran importancia del precepto dominical, del “vivir según el domingo”, como una necesidad interior del creyente, de la familia cristiana, de la comunidad parroquial. Sin una participación activa en la celebración eucarística dominical y en las fiestas de precepto no habrá un discípulo misionero maduro. Cada gran reforma en la Iglesia está vinculada al redescubrimiento de la fe en la Eucaristía143. Es importante por esto promover la “pastoral del domingo” y darle “prioridad en los programas pastorales”144 para un nuevo impulso en la evangelización del pueblo de Dios en el Continente latinoamericano.
253. A las miles de comunidades con sus millones de miembros que no tienen la oportunidad de participar de la Eucaristía dominical, queremos decirles con profundo afecto pastoral que también ellas pueden y deben vivir “según el domingo”. Ellas pueden alimentar su ya admirable espíritu misionero participando de la “celebración dominical de la Palabra”, que hace presente el Misterio Pascual en el amor que congrega (cf. 1Jn 3, 14), en la Palabra acogida (cf. Jn 5, 24-25) y en la oración comunitaria (cf. Mt 18, 20). Sin duda los fieles deben anhelar la participación plena en la Eucaristía dominical, por lo cual también los alentamos a orar por las vocaciones sacerdotales.
4. LO ENCONTRAMOS EN LA PENITENCIA O RECONCILIACIÓN...
254. El sacramento de la reconciliación es el lugar donde el pecador experimenta de manera singular el encuentro con Jesucristo, quien se compadece de nosotros y nos da el don de su perdón misericordioso, nos hace sentir que el amor es más fuerte que el pecado cometido, nos libera de cuanto nos impide permanecer en su amor, y nos devuelve la alegría y el entusiasmo de anunciarlo a los demás con corazón abierto y generoso.
255. La oración personal y comunitaria es el lugar donde el discípulo, alimentado por la Palabra y la Eucaristía, cultiva una relación de profunda amistad con Jesucristo y procura asumir la voluntad del Padre. La oración diaria es un signo del primado de la gracia en el itinerario del discípulo misionero. Por eso “es necesario aprender a orar, volviendo siempre de nuevo a aprender este arte de los labios del Maestro”145.
5. LO ENCONTRAMOS EN LA COMUNIDAD DE FE...
256. Jesús está presente en medio de una comunidad viva en la fe y en el amor fraterno. Allí Él cumple su promesa: “Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 20). Está en todos los discípulos que procuran hacer suya la existencia de Jesús, y vivir su propia vida escondida en la vida de Cristo (cf. Col 3, 3). Ellos experimentan la fuerza de su resurrección hasta identificarse profundamente con Él: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 20). Está en los Pastores, que representan a Cristo mismo (cf. Mt 10, 40; Lc 10, 16). “Los Obispos han sucedido, por institución divina, a los Apóstoles como Pastores de la Iglesia, de modo que quien los escucha, escucha a Cristo, y quien los desprecia, desprecia a Cristo y a quien le envío” (Lumen Gentium, 20). Está en los que dan testimonio de lucha por la justicia, por la paz y por el bien común, algunas veces llegando a entregar la propia vida, en todos los acontecimientos de la vida de nuestros pueblos, que nos invitan a buscar un mundo más justo y más fraterno, en toda realidad humana, cuyos límites a veces nos duelen y agobian.
6- ENCUENTRO A MODO VICENTINO...
257. También lo encontramos de un modo especial en los pobres, afligidos y enfermos (cf. Mt 25, 37- 40), que reclaman nuestro compromiso y nos dan testimonio de fe, paciencia en el sufrimiento y constante lucha para seguir viviendo. ¡Cuántas veces los pobres y los que sufren realmente nos evangelizan! En el reconocimiento de esta presencia y cercanía, y en la defensa de los derechos de los excluidos se juega la fidelidad de la Iglesia a Jesucristo146. El encuentro con Jesucristo en los pobres es una dimensión constitutiva de nuestra fe en Jesucristo. De la contemplación de su rostro sufriente en ellos147 y del encuentro con Él en los afligidos y marginados, cuya inmensa dignidad Él mismo nos revela, surge nuestra opción por ellos. La misma adhesión a Jesucristo es la que nos hace amigos de los pobres y solidarios con su destino.
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