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domingo, 17 de noviembre de 2013

EL CAMINO DE LA MISIÓN AD GENTES (IV)

Puerto Guaranda Sucre y Puerto Venecia Achí Bolívar
“Jesucristo es la Regla de la Misión” san Vicente de Paúl
   1.    ¿Cuáles son los retos de la misión donde vives?
   2.    Posibles soluciones o propuestas a dichos retos.
    3.    ¿Cuáles son los desafíos de la Iglesia hoy?
   4.    ¿Cuál es el perfil de misionero hoy?
Solución desde el contexto de la Diócesis de Magangué
1.- RETOS PARA LA MISION QUE NOS TOCA:
La vocación esencial de la Iglesia es la misión; dada por el mismo Jesús en el momento en   que los congrega en las afuera de la ciudad, Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas ene el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28, 19), sus apóstoles y discípulos cabalmente cumplieron ese mandato y a lo largo de la historia   la Iglesia lo ha  cumplido, pero con muchos inconvenientes,  ella ha tenido que enfrentar muchos retos para ir acorde a lo que el mundo le presenta. Esto lo expresan los obispos latinoamericano en su ultima conferencia como vemos a continuación:
Desde la primera evangelización  hasta los tiempos recientes, la Iglesia ha experimentado luces y sobras. Escribió paginas de nuestra historia de gran sabiduría y santidad. Sufrió también tiempos difíciles, tanto por acosos y persecuciones, como por las debilidades, compromisos mundanos e incoherencias, en otras palabras, por el pecado de sus hijos que desdibujaron la  novedad del evangelio, la luminosidad de la verdad y la práctica de la justicia y de la caridad.  Sin embargo, lo  más decisivo en la Iglesia es la acción santa de su Señor.  (cfr. Documento de Aparecida N° 5).

La importancia de vivir la vida de fe y ser parte de la Iglesia como algo central en la vida cotidiana, es primordial para las comunidades, la cual genera en muchos miembros de la comunidad una real experiencia de la presencia de Dios en la vida personal y en la vida de nuestros pueblos.Aterrizando todo lo anterior a nuestra realidad diocesana pensamos que los retos de la misión nuestra son:

Anunciar a Jesucristo en las siguientes situaciones:

  •    Ø  Pueblos con un sentido religioso pero con una falta de formación educativa.
  •    Ø  Formar agentes de pastoral con sentido de pertenencia e identidad diocesana.
  •    Ø  Comunidades que vivieron la violencia trayendo como consecuencia una descomposición social.
  •    Ø  Crear consciencia en nuestros pueblos del cuidado y conservación del medio ambiente.

domingo, 13 de octubre de 2013

EL CAMINO DE LA MISIÓN AD GENTES (III)



ELEMENTOS MAGISTERIALES PARA LA MISIÓN
Evangelii Nuntiandi
Liturgia de las Horas
La Buena Nueva debe ser proclamada en primer lugar, mediante el testimonio. Supongamos un cristiano o un grupo de cristianos que, dentro de la comunidad humana donde viven, manifiestan su capacidad de comprensión y de aceptación, su comunión de vida y de destino con los demás, su solidaridad en los esfuerzos de todos en cuanto existe de noble y bueno. Supongamos además que irradian de manera sencilla y espontánea su fe en los valores que van más allá de los valores corrientes, y su esperanza en algo que no se ve ni osarían soñar. A través de este testimonio sin palabras, estos cristianos hacen plantearse, a quienes contemplan su vida, interrogantes irresistibles: ¿Por qué son así? ¿Por qué viven de esa manera? ¿Qué es o quién es el que los inspira? ¿Por qué están con nosotros? Pues bien, este testimonio constituye ya de por sí una proclamación silenciosa, pero también muy clara y eficaz, de la Buena Nueva. Hay en ello un gesto inicial de evangelización. Surgirán otros interrogantes, más profundos y más comprometedores, provocados por este testimonio que comporta presencia, participación, solidaridad y que es un elemento esencial, en general al primero absolutamente en la evangelización (EN 21).
Redemptoris Missio
¿Para qué la misión? respondemos con la fe y la esperanza de la Iglesia: abrirse al amor de Dios es la verdadera liberación. En él, sólo en él, somos liberados de toda forma de alienación y extravío, de la esclavitud del poder del pecado y de la muerte. Cristo es verdaderamente « nuestra paz » (Ef 2, 14), y « el amor de Cristo nos apremia » (2 Cor 5, 14), dando sentido y alegría a nuestra vida. La misión es un problema de fe, es el índice exacto de nuestra fe en Cristo y en su amor por nosotros. Nosotros sabemos que Jesús vino a traer la salvación integral, que abarca al hombre entero y a todos los hombres, abriéndoles a los admirables horizontes de la filiación divina. (RM 11, c-d)
¿Por qué la misión? Porque a nosotros, como a san Pablo, « se nos ha concedido la gracia de anunciar a los gentiles las inescrutables riquezas de Cristo » (Ef 3, 8). La novedad de vida en él es la «Buena Nueva» para el hombre de todo tiempo: a ella han sido llamados y destinados todos los hombres. De hecho, todos la buscan, aunque a veces de manera confusa, y tienen el derecho a conocer el valor de este don y la posibilidad de alcanzarlo. La Iglesia y, en ella, todo cristiano, no puede esconder ni conservar para sí esta novedad y riqueza, recibidas de la divina bondad para ser comunicadas a todos los hombres. He ahí por qué la misión, además de provenir del mandato formal del Señor, deriva de la exigencia profunda de la vida de Dios en nosotros. Quienes han sido incorporados a la Iglesia han de considerarse privilegiados y, por ello, mayormente comprometidos en testimoniar la fe y la vida cristiana como servicio a los hermanos y respuesta debida a Dios, recordando que « su excelente condición no deben atribuirla a los méritos propios sino a una gracia singular de Cristo, no respondiendo a la cual con pensamiento, palabra y obra, lejos de salvarse, serán juzgados con mayor severidad -LG 14-». (RM 11, e-f)


Aparecida

La alegría que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo, a quien reconocemos como el Hijo de Dios encarnado y redentor, deseamos que llegue a todos los hombres y mujeres heridos por las adversidades; deseamos que la alegría de la buena noticia del Reino de Dios, de Jesucristo vencedor del pecado y de la muerte, llegue a todos cuantos yacen al borde del camino, pidiendo limosna y compasión (cf. Lc 10, 29-37; 18, 25-43). La alegría del discípulo es antídoto frente a un mundo atemorizado por el futuro y agobiado por la violencia y el odio. La alegría del discípulo no es un sentimiento de bienestar egoísta sino una certeza que brota de la fe, que serena el corazón y capacita para anunciar la buena noticia del amor de Dios. Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo. DA 29

La Iglesia debe cumplir su misión siguiendo los pasos de Jesús y adoptando sus actitudes (cf. Mt 9, 35-36). Él, siendo el Señor, se hizo servidor y obediente hasta la muerte de cruz (cf. Fil 2, 8); siendo rico, eligió ser pobre por nosotros (cf. 2 Co 8, 9), enseñándonos el itinerario de nuestra vocación de discípulos y misioneros.

En el Evangelio aprendemos la sublime lección de ser pobres siguiendo a Jesús pobre (cf. Lc 6, 20; 9, 58), y la de anunciar el Evangelio de la paz sin bolsa ni alforja, sin poner nuestra confianza en el dinero ni en el poder de este mundo (cf. Lc 10, 4 ss ). En la generosidad de los misioneros se manifiesta la generosidad de Dios, en la gratuidad de los apóstoles aparece la gratuidad del Evangelio.

Entre las comunidades eclesiales, en las que viven y se forman los discípulos misioneros de Jesucristo, sobresalen las Parroquias. Ellas son células vivas de la Iglesia y el lugar privilegiado en el que la mayoría de los fieles tienen una experiencia concreta de Cristo y la comunión eclesial. Están llamadas a ser casas y escuelas de comunión. Uno de los anhelos más grandes que se ha expresado en las Iglesias de América Latina y El Caribe, con motivo de la preparación de la V Conferencia General, es el de una valiente acción renovadora de las Parroquias a fin de que sean de verdad espacios de la iniciación cristiana, de la educación y celebración de la fe, abiertas a la diversidad de carismas, servicios y ministerios, organizadas de modo comunitario y responsable, integradoras de movimientos de apostolado ya existentes, atentas a la diversidad cultural de sus habitantes, abiertas a los proyectos pastorales y supra parroquiales y a las realidades circundantes (EAm 41). (DA 170)

El insuficiente número de sacerdotes y su no equitativa distribución imposibilitan que muchas comunidades puedan participar regularmente en la celebración de la Eucaristía. Recordando que la Eucaristía hace a la Iglesia, nos preocupa la situación de miles de estas comunidades privadas de la Eucaristía dominical por largos períodos de tiempo. A esto se añade la relativa escasez de vocaciones al ministerio y a la vida consagrada. Falta espíritu misionero en miembros del clero, incluso en su formación. Muchos católicos viven y mueren sin asistencia de la Iglesia, a la que pertenecen por el bautismo. Se afrontan dificultades para asumir el sostenimiento económico de las estructuras pastorales. Falta solidaridad en la comunión de bienes al interior de las Iglesias locales y entre ellas… Algunos movimientos eclesiales no siempre se  integran adecuadamente en la pastoral parroquial y diocesana; a su vez, algunas estructuras eclesiales no son suficientemente abiertas para acogerlos. (DA 100 –e-)

La conversión pastoral de nuestras comunidades exige que se pase de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera. Así será posible que “el único programa del Evangelio siga introduciéndose en la historia de cada comunidad eclesial”209 (NMI 12) con nuevo ardor misionero, haciendo que la Iglesia se manifieste como una madre que sale al encuentro, una casa acogedora, una escuela permanente de comunión misionera. (DA 370)


Teniendo ya este referente, de la experiencia cristiana desde la comunidad de origen, el pueblo de procedencia en la Iglesia, pero con los condicionantes ya nombradas, en el encuentro con mujeres y hombres que han sabido reconocer, vivir y transmitir la vida del Dios de Jesucristo y que a través de su testimonio y su pastoral han comunicado una manera de ser cristianos y de ser Iglesia-Pueblo de Dios, conscientes y comprometidos, permite ir reconociendo e ir integrando en la vida el seguimiento de Cristo, viviendo de manera responsable y comprometida el ser de bautizados desde la participación, junto con otros y otras, en la Misión, y ahora desde la experiencia que vivida como agentes misioneros desde nuestra realidad eclesial, social, política, religiosa, educativa y pastoral.